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Misión I: ¡Huye!... o enfrenta el horror

 

Tras las palabras conmovedoras de Kayo sensei, comenzó el torneo Kuroi Kumo. Sin embargo, para sorpresa y terror de todos, el sorteo para elegir los oponentes en cada combate, no discriminó por rango, es decir, genin, chounin y jounin se enfrentarían por igual y el asesinato no sería castigado.

El primero en ser llamado a la plataforma #1 fue Kimimaro, un genin recién graduado de la aldea de Konoha, su oponente fue un hombre delgado, ojeroso y de cabello negro, largo recogido al estilo samurai. Vestía de negro también, unos pantalones apretados y una pequeña camisa que apenas cubría su pecho por encima del ombligo. Nadie le conocía y nadie pudo pronunciar su nombre después de que fue llamado a presentarse en la plataforma. El encuentro duró pocos segundos, aquel hombre que lucía cansado desapareció de repente cuando el pequeño Kimimaro lanzó diestramente tres veloces kunai. Lo siguiente que sucedió a ojos de todos los espectadores, fue la lenta caída del cuerpo del genin al duro suelo de loza blanca, mientras su cabeza rodaba fuera de la plataforma. El misterioso ganador del primer enfrentamiento reapareció en el mismo lugar donde estaba antes del ataque, como si no se hubiese apartado nunca de aquel sitio. 

Los gritos de terror se propagaron, el llanto ensordecedor de la madre de Kimimaro inundó el aire, el horror se apoderó de los más débiles y la preocupación de los que no deseaban estos encuentros injustos, aumentó. Así fue como Kayo sensei llegó de improviso al lugar donde se encontraban todos los genin, y otros sujetos, reunidos. -Es hora de marcharnos jóvenes ninja, esta masacre no puede seguir. Todo está dispuesto, por un corto tiempo, para que escapemos...- Kayo sensei los invitó a que se reunieran a su lado, una espesa niebla que los hacía invisibles los cubrió, pues un ninja de la niebla, al parecer muy experimentado, ayudaría en el escape. Ya sea por cobardía o por no ver la lógica al torneo y a su muy segura muerte, muchos siguieron a Kayo sensei, entre ellos Tokou, un tímido genin de Iwagakure, los hermanos Kazuo y Kazuki Uchiha, Senju Kenji, Jharen de Sunagakure, quien al ver el angelical rostro de Kenji se enamoró de inmediato y sin pensarlo se enganchó al brazo del joven Senju para no soltarlo. También les acompañó Nara Mitsuki, una excelente genin nacida en el país del agua y, por último, Soukai, una extraña jovencita de cabellos rubios que no llevaba insignias ninjas.

Otros genin y ninjas más temerarios decidieron quedarse y probar sus habilidades... o su suerte. Después de que la sangre de Kimimaro fue limpiada de la plataforma, Nakamura fue llamada para presentarse en la arena de combate. Ella, despreocupada de todo, aún después de los gritos de horror y de ver la cabeza del niño rodar varios metros, se quedó observando todo desde un tejado. -Observaré, y si cuando me llamen tengo ganas de luchar, lo haré... aunque quizá me quede dormida antes de eso-. Pensó Nakamura. Reconocer su nombre tras un ensordecedor chirrido emitido por el micrófono, le sacó de su adormecimiento, de inmediato supo que quería luchar y comprobar las sospechas que tenía sobre sus poderes sobrenaturales, que aún ni ella podía comprender. Una vez en la plataforma fue llamado su oponente, Yato sensei, un jounin experimentado y temido por su reputación, no obstante, gentil y leal a KonohagakureNakamura no dudó en enfrentarlo, aunque sabía lo temible que podía ser, pues lo había visto en acción durante las clases que imparte a los aspirantes a jounin, sin embargo, no recuerda nada más que abrir sus ojos y ver varios profesores y ninjas médicos a su alrededor, con una sonrisa en los labios. -Todo está pequeña-.

-Te necesito para algo más... no puedes desperdiciar tu potencial en este estúpido torneo-. Dijo Yato sensei mientras se alejaba con Nakamura en sus brazos, después de noquearla con un fugaz movimiento, descalificándola para la siguiente ronda.

Mientras los combates avanzaban en el coliseo, Kayo sensei huía con los pocos jóvenes que logró convencer del escape. Un ninja corpulento y muy alto, de la aldea de la niebla, los acompañaba. Antes de salir de las graderías con los jóvenes y Kayo sensei, este misterioso y sombrío shinobi utilizó un jutsu de alto nivel que les permitió ocultarse en una espesa niebla imperceptible para quienes no estuviese dentro de ella. Así, sin ser vistos lograron escapar rumbo a las fueras de Konoha, sin embargo, el jutsu no duró mucho, y la niebla comenzó a esparcirse justo cuando estaban a punto de atravesar el gran portón de salida, donde desafortunadamente, vigilaban tres sujetos, de apariencia extraña.

Soukai entró en pánico, porque reconoció a los tres hombres, habían sufrido lo mismo que ella y sin embargo seguían las órdenes de Kauzu Tarame, el nuevo líder de Amegakure. Sabía que si esos sujetos la veían, sin dudarlo la matarían. Así pues salió de la niebla cautelosa pero rápida como un rayo, y se escondió en la vegetación que rodeaba el camino. Esto pareció muy raro a Mitsuki, quien por curiosidad, siguió a Soukai, sin ser vistas. 

Kazuki había visto antes a tipos similares a aquellos tres, observándolo desde las terrazas de las casas y los edificios, esa misma mañana lluviosa mientras era conducido hacia el coliseo donde se realizaría el torneo. Lucían ropajes que dejaban ver gran cantidad de su piel, parecían ser inmunes al frío. La piel era de diferentes tonalidades, recordó uno en particular que tenía la cabeza y parte del pecho completamente negros y el resto del cuerpo blanco y en algunas partes rosadas. A Kazuki le causó tanta repulsión que los odió desde entonces, y al verlos allí custodiando su único escape, sin pensarlo utilizó su Dangan no jutsu, habilidad que consiste en manipular el aire formando burbujas que viajan a la velocidad del sonido, introduciéndose por la nariz o la boca del oponente y se instalan en los pulmones, impidiendo la entrada o salida de más aire, lo que lleva a una muerte lenta y desesperante. Sin embargo, Kazuki no había dominado completamente este terrible jutsu y tan sólo pudo asfixiar, hasta el desmayo, a dos de los sujetos que vigilaban la entrada. 

Pese a los esfuerzos de Kazuki, uno de los hombres quedó en pie y dispuesto a pelear contra un enemigo al parecer invisible.

El ninja de la niebla que les acompañaba se esfumó junto con la niebla que les hacía invisibles. Todos, los chicos y Kayo sensei, pensaron que los había abandonado y sintieron perder toda esperanza, sin embargo, el shinobi reapareció justo al lado derecho del tipo que quedó en pie. Una neblina espesa y de color marrón emanó por los poros del ninja de la niebla, cubriéndolo a él y al sujeto por completo. Era niebla venenosa, un  justsu muy complejo donde el usuario debe hacerse inmune al veneno elegido y beberlo cada día como si fuese agua, para así poder expeler, de su piel, aquella terrible niebla. Los dos individuos que yacían inconscientes en el suelo, murieron al respirar el veneno.

Kayo sensei y los demás esperaron alertas que algún movimiento dentro de la niebla oscura diera luces de lo que allí adentro estuviese sucediendo. De repente, la niebla se esfumó, y lo que vieron les heló el corazón. El sujeto sostenía con una sola mano, por el cuello, con una fuerza sobrehumana, al ninja de la niebla quien se mecía, sin sentido, a unos centímetros del suelo. El hombre extraño sonreía estrepitosamente mientras parecía divertirse estrangulando a su víctima. Pero, no contó con la valentía y astucia de aquellos jóvenes que, a toda costa, querían vivir. Tokou, utilizando su jutsu de tierra, se internó rápidamente en el suelo a la espera de poder atacar sin ser visto. Mientras tanto, Kenji recordó la presencia de un banco de agua cerca a las plataformas de combate en el coliseo, concentró todo su chakra y logrando hacer algo que jamás había logrado, transportó, gracias a su lácrima, gran cantidad de agua hasta sus manos, preparando un ataque contundente. En ese mismo momento, Tokou, un chico tímido e inexperto, utilizó su jutsu de tierra para internarse debajo del suelo y atacar, si era necesario, desde abajo y sorpresivamente. 

Fue Soukai quien sorprendió a todos, saliendo inesperadamente de entre los arbustos, sosteniendo firmemente una guadaña en sus manos con la que, rápida y silenciosa, cortó el brazo del hombre hasta casi mutilarlo, lo extraño para todos fue que no derramó ni una sola gota de sangre. El sujeto parecía no sentir dolor, pero se sorprendió al no poder controlar su brazo, así soltó al ninja de la niebla que se quedó tendido en el suelo sin sentido. Mientras el sujeto parecía no comprender por qué su brazo estaba casi partido en dos y no podía moverlo, Tokou decidió salir de las entrañas de la tierra rápidamente y lanzarle un gran pedazo de roca que lo dejó desconcertado por un segundos, segundos suficientes para que Kenji tuviese la cantidad necesaria de agua y atacar al enemigo con una ola gigantesca que lo dejó tendido en el suelo, aparentemente, sin vida. Sin embargo, lentamente, aquel ser despreciable se puso de pie, parecía débil, pero aún sonreía, así fue como Kazuo, levantó dos muros de piedra que a gran velocidad, hicieron un sandwich con aquel hombre, dejando tan sólo un cuerpo seco y completamente aplastado, un cascarón de lo que una vez fue humano.  

El grupo se reunió, contemplando con asco y terror el cuerpo retorcido del único hombre que se interponía entre ellos y la posible huída de la aldea. Hicieron un círculo alrededor del ninja de la niebla quien no se veía bien, pero Mitsuki puso con delicadeza sus manos sobre el cuello del moribundo y concentrando todo su chakra, logró acomodar las vértebras que, gracias a la fuerza de su oponente, se habían salido de lugar. Así el ninja despertó, tosió, y agradeció con su mirada a la muchacha, aún así, seguía tan débil que Kazuo lo cargó en su espalda y siguieron rumbo a las afueras de Konoha, todos juntos, escapando del horror.

Mientras todo esto ocurría, Seigiro fue llamado a la plataforma de combate seguido del nombre de su oponente: Choumeki. El piso tembló bajo los pies del genin, una bola de grasa enorme y pestilente avanzó desde la otra entrada posicionándose justo al frente del niño Uchiha. Entre insultos, eructos y palabras inentendibles para Seigiro, avanzaba Choumeki mientras escupía, con el sake que bebía de una corroída cantimplora, una enorme Katana que sostenía con su gruesa y redonda mano derecha.  Sin perder tiempo y sin ganas de escuchar más estupideces, Seigiró tendió una trampa a su repugnante oponente en la que Choumeki cayó fácilmente; el Justu de navajas de tierra crea una trampa circular e invisible en el suelo y se activa cuando algo penetra el límite circular, así, la bola de grasa y pestilencia fue herido por varios afilados cuchillos de piedra. Sin embargo, esto no pareció afectar en lo más mínimo a Choumeki, quien tras varias arcadas espeluznantes, comenzó a aumentar de tamaño. Creció y creció hasta ser una bola colosal; empezó a girar sobre sí mismo, como si levitara, y su rotación fue cada vez más rápida. Seigiro notó que al lado izquierdo de aquella monstruosa bola giratoria, rodaba también su katana, tan rápido que parecía cortar el viento. Gracias a su sharingan, que le permite adelantarse a los movimiento del ponente, y a su asombrosa velocidad, Seigiro pudo esquivar el brutal golpe y contraatacar  con su espada, acertando en la panza de Choumeki. La herida no causó mayores problemas al gordote que se preparaba para atacar.

En otra plataforma de combate que fue habilitada, el nombre Ouame resonó en los parlantes. Avanzó sin ni siquiera prestar atención al nombre de su adversario, y pues, al ver que era un niño tembloroso y pálido, no le dio mayor importancia. En cuanto comenzó la pelea, Ouame caminó determinado, sin prisa y con su mirada fría clavada en el pobre chiquillo. Al llegar al lado de su oponente, sin pensarlo, Ouame posó su mano en el hombro del niño dejándolo moribundo, pues su jutsu de absorción de vida no necesitaba más que un pequeño rose con los dedos. Ouame se alejó dejando el cuerpo de su contrincante en el suelo, apenas respirando. -Agradece mi piedad.- Dijo mientras se alejaba de la plataforma, en busca de su amigo Pedro. Pedro estaba a punto de comenzar su encuentro en otra arena de combate, Ouame vio que su oponente era un joven vigoroso, de cabello rubio y ojos azules, además... podía sentir su inmenso poder. Quiso advertirle a Pedro el peligro que corría al enfrentar a ese joven sonriente y apuesto, pero en ese mismo instante su amigo utilizó el jutsu de cambio de cuerpos. 

Pedro dejó una marioneta idéntica a él y con sus mismas cualidades competitivas en la plataforma de combate, mientras él se ubicaba sigilosamente en las gradas confundiéndose entre los espectadores. Estaba convencido de que nadie se había percatado del cambio, pero no sólo Ouame, que ya conocía el jutsu, se dio cuenta, sino también su tranquilo y, aparentemente, feliz oponente, pues al momento en que Pedro se sentó en las graderías, el rubio volteó su rostro para mirar a Pedro fijamente, y con una sonrisa le saludó con un "todo bien". Pedro sintió miedo, sin embargo, no cambió su plan, pues la verdad, no tenía otro.  Concentró todo su chakra para que su marioneta cumpliera su voluntad. Así, la marioneta de Pedro preparó cinco kunai especiales, cada una, de dar en el blanco, causaría un daño terrible. No obstante, aunque las kunai iban rápidamente hacia su objetivo, el chico guapo no dejaba de sonreír muy confiado. Con un movimiento leve de su mano, justo antes de que los kunai lo impactaran, levantó un muro de madera, y allí quedaron incrustados los proyectiles.

Mientras tanto, Uzumaki Gruay, ya se encontraba en plataforma de combate evaluando visualmente a su adversario, que hasta ahora no había hecho absolutamente nada, más que mirarlo fría y severamente. Era un hombre joven, alto y muy blanco, al igual que su cabello largo hasta sus pies, daba la impresión de que era imperturbable

A pesar de ser medio día, aproximadamente, el cielo se oscureció súbitamente, una gran luna roja se posó en el horizonte, y Gruay, que entendió de inmediato que se encontraba en un genjutsu, se sorprendió al verse inmerso en un lago de sangre que le cubría hasta las rodillas. El peliblanco seguía sin mover un sólo dedo ni pronunciar palabra. Gruay utilizó el jutsu de clonación, pues quería cerciorarse de que el hombre que estaba ahí parado, fuese el real, y no una ilusión. Uno de los dos clones corrió rápidamente hacia el oponente y lo golpeó en el rostro con el puño. Un hilillo de sangre recorrió los labios del hombre blanco y goteó desde su mandíbula hasta el suelo, aún así, seguía inmóvil, sin parpadear. El Uzumaki confiaba poder deshacer el genjutsu, así que el otro clon se ubicó detrás de Gruay y comenzó a recargar chakra natural por medio del senjutsu que Gruay comenzaba a aprender, para así aumentar el flujo de chakra en su cuerpo  y romper el genjutsu. Y así fue, la luna se esfumó junto con el lago y la noche.

Romper el genjutsu dio una confianza increíble a Gruay, estaba casi convencido de poder vencer a su oponente, sin embargo, su alegría no duró mucho. De improviso se encontró a sí mismo atado a un palo de pies y manos, sin poder moverse. Lo único que podía ver era un horizonte infinito, anaranjado, y una silueta oscura.

-¿Cómo te llamas?- Preguntó Gruay, con su voz entrecortada por el esfuerzo que requería hablar. -Yamucha Siho.- Respondió el albino, con una voz musical que a Gruay le pareció relajante. De alguna manera Gruay sabía que no podía ganarle y también sabía que su oponente no estaba usando ni un 5% de su poder, aunque, él tampoco, el genin tenía varios ases bajo la manga. Así fue como usó nuevamente la dispersión, gracias a su clon, para alterar el flujo de chackra y así romper el genjutsu. El horizonte naranja desapareció, ahí estaba todo de nuevo, las gradas, la gente, los profesores preocupados al pie de la plataforma.

-Muy bien, debes ser un Uzumaki con gran capacidad para controlar tu chakra-. Dijo Siho mientras hurgaba sus bolsillos. Dos esferas pequeñas de metal pulido aparecieron en sus manos, las lanzó rápidamente hacia los dos clones de Gruay que desaparecieron al instante. El albino se acercó lentamente, estirando su brazo derecho hasta el vientre del niño que intentó retroceder cuando, sin pensarlo, se vio atrapado en una maraña gruesa y fuerte de ramas con espinas y raíces de algún árbol viejo y húmedo. Inmóvil observó cómo la mano penetraba dolorosamente en sus entrañas, revolviendo sus intestinos y arrancándolos con fuerza.

Papu Hyucha fue llamado para presentarse en plataforma y seguido de él su oponente. Papu ni prestó atención al nombre de la bella chica que se posó frente a él. Era más o menos de su edad, cabello oscuro y portaba una espada enfundada a su espalda. La niña caminó hacia Papu que se encontraba inmóvil contemplándola. -¿Seguro que quieres hacer esto?- Dijo ella luciendo un semblante amistoso. Papu, babeando, negó con la cabeza mientras se perdía en fantasías lejanas de su futura vida con esa hermosa princesa que se encontraba en frente suyo, sólo quería protegerla y salvarla de todo mal. La hermosa chica sonrió fríamente y desenfundó su espada. Un relámpago centelleante bordeaba la katana, fluyendo a través de su filo, sediento de sangre. Las fantasías de Papu se esfumaron, como un genjutsu exitosamente interrumpido, entendió que aquella doncella sólo quería pelear y vio en sus ojos el llamado de la muerte. Así pues, Papu en su afán de demostrar  ser un digno Uchiha, preparó un jutsu katon bola de fuego, sin embargo, no recordó bien una de las posiciones de los dedos y en vez de expulsar una bola de fuego de su aliento, salió un pequeño humo que se extinguió de inmediato. Sin sonreír tan si quiera, la chica realizó una serie de movimientos extraños con la mano que tenía libre, y en un abrir y cerra de ojos, una gran nube negra se posó sobre ellos, relampagueó, y una suave brisa comenzó a empapar toda la plataforma. 

Quienes lograron huir con Kayo sensei estaban lejos de alejarse del peligro. Mientras corrían sin descanso atravesando los bosques frondosos, algo enorme y oscuro se cernió sobre los árboles que, al avanzar, dejaron atrás. Primero fue el hedor, dulce y repugnante, después, la muerte del bosque que les rodeaba. Cada árbol se consumió hasta tan sólo quedar despojos negros y retorcidos de lo que fueron.  Algo colosal se acercaba reptando... -¡Una babosa gigante!- Gritó Mitsuki que con su visión penetrante gracias a su sangre Hyuga, pudo avistar a la criatura antes que los demás. No sólo era invocación extremadamente grande para lo que ellos habían visto en sus cortas vidas, era una babosa venenosa, que expelía una sustancia viscosa y putrefacta, de un color morado oscuro que derretía todo a su paso, incluso un cañón en el suelo del bosque se fue formando rápidamente a su paso.

 

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