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Misión II: ¡Salvemos a Konoha!

Soukai, veloz como rayo, preparó cinco kunai bomba y los lanzó directamente a la babosa; se sintió con la responsabilidad de defender a los demás de tan terrorífico monstruo, pues ella misma es veneno por dentro y así puede resistir este tipo de sustancias. Las kunai se desintegraron a unos centímetros de tocar la piel viscosa de la criatura, pero las explosiones causadas por el papel bomba hicieron mella en el objetivo. Trozos de carne tierna y blanda salieron disparados por los aires, agujeros deformes cubrían lo que sería el rostro de la babosa, y más de aquel veneno morado emanaba de las heridas y chorreaba hasta el suelo del bosque, destruyéndolo. El hedor se intensificó, algunos de los jóvenes que huían comenzaron a sentirse mareados, tan sólo Mitsuki y Soukai soportaron los efectos de aquella porquería.

La hija de la princesa de la luna, Mitsuki, vio una esperanza en el desmayado ninja de la niebla. Se acercó a él. Inerte se tambaleaba con el movimiento de Kazuo, quien lo llevaba al hombro mientras corría tan rápido como le permitían sus pies. Mitsuki se acercó y posó sus manos en el herido y, concentrando todo su chakra, lo curó tan bien como pudo en ese momento. El ninja de la niebla saltó del hombro del Kazuo, como si supiera lo que tenía qué hacer al instante, se ubicó entre los niños y la gran babosa y, tras algunos movimientos rápidos de sus manos y algunas palabras que nadie entendió, una niebla espesa cubrió al terrible molusco. Los ojos de todos comenzaron a arder un poco, los labios sabían a sal... ¡Era sal! ¡Niebla salada! El magnífico jutsu hizo que la babosa detuviera su paso y comenzara a perder masa, el veneno y su hedor se intensificaron al punto de parecer que la babosa fuese engullida por la tierra que, poco a poco, se convertía en un fango morado oscuro. 

La reducción de tamaño de la babosa hizo que su invocador quedara a la vista de todos. Era un tipo delgado, ojeroso y con poca ropa. Al parecer era completamente inmune al veneno que emanaba de su invocación, sin embargo, la gran concentración que debía tener para mantener con vida al molusco le impedía moverse o luchar. Así fue como Kazuo, Soukai y Mitsuki, lo atacaron a él y a su babosa colosal con kunai bomba hasta aniquilarlos. Sin embargo, el peligro estaba lejos de terminar. Un ave enorme ensombreció el cielo, descendió rápidamente y de un extraño mordisco, decapitó al ninja de la niebla que, desapercibido, aún mantenía el jutsu de la niebla salada con el fin de asegurarse del deceso de la babosa y su invocador. 

El terror y la angustia se apoderaron de todos. El ave masticaba y engullía lentamente la cabeza de su presa. El cuerpo del ninja de la niebla permaneció erguido unos segundos hasta que por fin se desplomó en el suelo seco, derramando su sangre roja y caliente. Kayo sensei, que hasta ahora no había movido un sólo dedo, dejó escapar una carcajada escalofriante mientras la piel de su cara se caía a pedazos, dejando al descubierto el rostro de otra persona, completamente desconocida para todos, salvo para Soukai. 

Era Dannis, su tutor y a quien quería como a un hermano mayor. Soukai, incrédula, dudó que fuera realmente su viejo amigo, pues tuvo que verlo morir, suceso que aún le dolía profundamente. Parecía ser el mismo, pero percibía sus ojos lleno de ira y oscuridad, unos ojos que no eran los de Dannis. -¿Soukai? ¿Qué haces aquí?- Preguntó Dannis mientras le dirigía una mirada gélida a Soukai. No esperó a que la niña respondiera. -En fin, no me importa. Mátalos, no dejes que escapen-. La chica rubia sintió que su lealtad estaba con él, además, nunca le había gustado Konoha y sus célebres ninjas. Sin embargo, no dejó de parecerle extraño que Dannis apoyara a Amegakure, pues ambos, Soukai y Dannis, jamás perdonaron el daño que Bryan May y el actual Kage de la Aldea de la lluvia, les hicieron. 

Todo ese tiempo las manos de Dannis permanecieron inmersas en los bolsillos de su pantalón, mientras daba órdenes a Soukai sus dedos se movían como arañas hambrientas. El terror invadió los corazones de todos los presentes cuando, quien antes era su querido Kayo-sensei, dejó a la vista unas manos sombrías, cada una con una pequeña boca en la palma. Las bocas masticaban y sonreían al tiempo, y de su interior, alzaron vuelo decenas de aves pequeñas, del tamaño de una mano que, instantáneamente, rodearon a los niños que permanecieron tan quietos como sus cuerpos temblorosos y su respiración, pues sabían a quién pertenecía esa técnica: el temido Deidara, miembro de los Akatsuki mucho tiempo atrás; las pequeñas bocas en sus manos masticaban arcilla explosiva que estallaban al contacto o a sus órdenes. 

Soukai sabía que su amigo había sido objeto de experimentos desde su tierna infancia, al igual que ella, con células de célebres y poderosos ninjas, así que no se sorprendió. Pero, su tranquilidad se vio turbada cuando Mitsuki, contra toda probabilidad, utilizó su kaiten no justu, y logró alejar un poco, de ella y sus compañeros, las avecillas antes de que hicieran explosión. Aunque el tumultuoso estallido los golpeó fuertemente, hiriéndolos, pudieron huir de vuelta a Konoha. 

Dannis, con palabras parcas le ordenó a Soukai perseguirlos y asesinarlos. La lealtad de Soukai estaba con su amigo de antaño, así pues, montó el ave que devoró la cabeza del niña de la niebla y voló rumbo a Konoha. Abajo, pequeños como hormigas, vio a sus excamaradas que trabajosamente trataban de correr lo más rápido posible; sin pensarlo dos veces, preparó algunos kunai bomba y los lanzó. Falló. No sabe si erró naturalmente o porque muy dentro de ella no quería hacerles daño. Enfurecida con ella misma por notar su debilidad, utilizó un jutsu de sustitución, convirtiéndose en un tronco de árbol. El ave, sin jinete, cayó rápidamente sobre Katsuki y explotó al contacto. Katsuki quedó mal herido, casi al punto de morir, pero Mitsuki corrió a su auxilio y, haciendo uso de sus jutsus de curación, dejó a Katsuki como nuevo. 

 

 

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